En este contexto es donde se ha rescatado la
visión de la Tierra como Madre.
Ya no es la percepción de los antiguos sino una constatación empírica y
científica. Ha sido mérito de los científicos James E. Lovelock, Lynn Margulis y José
Lutzenberger en los años 70 del siglo pasado, haber mostrado que la Tierra es un Superorganismo
vivo. Ella articula permanentemente lo físico, lo químico y lo biológico de
forma tan sutil y equilibrada que, bajo la luz del sol, está siempre propicia a
producir y mantener la vida. Por millones y millones de años el nivel de
oxígeno, esencial para la vida, se mantiene en 21%, el nitrogeno, importante
para el crecimiento, es de 79% y el nivel de sal en los mares es del orden de
3,4% y así todos los demás elementos necesarios para la vida. No es que sobre la
Tierra haya vida, la Tierra misma está viva y es llamada Gaia, la diosa griega para la
Tierra viviente.
Que toda la Tierra es viviente, lo comprueba el
conocido biólogo Edward O. Wilson. Escribe: «en un solo
gramo de tierra, o sea, en menos de un puñado, viven cerca de diez mil millones
de bacterias, pertenecientes hasta a seis mil especies diferentes».
Efectivamente la Tierra es Madre fecunda. La Tierra existe desde hace 4,4 mil millones de años. En un momento avanzado de su
evolución y de su complejidad empezó a sentir, a pensar y a amar. Es la
emergencia del ser humano. Con razón en las lenguas occidentales homo/hombre
viene de humus, tierra fecunda y Adam se deriva de Adamah, tierra cultivable. Por eso el ser humano es la
Tierra que anda, que piensa, que siente y que ama, como decía el poeta indígena
y cantor argentino Atahualpa Yupanqui. La
visión de los astronautas confirma la simbiosis entre Tierra y humanidad. Desde
sus naves espaciales testimoniaban: desde aquí, mirando ese resplandeciente
planeta azul-blanco, no se percibe ninguna diferencia entre Tierra y Humanidad.
Forman una Única
Entidad. Más que como pueblos, naciones y razas debemos entendernos
como criaturas de la Tierra, como hijos e hijas de la Madre común. Pero mirando
la Tierra más de cerca, nos damos cuenta de que nuestra Madre se encuentra crucificada.
Tiene el rostro del tercero y del cuarto mundo, porque vive sistemáticamente
agredida. Casi la mitad de sus hijos e hijas padecen hambre y mueren antes de
tiempo. Por eso, son signos de Amor a la Madre Tierra las políticas sociales
que se hacen en muchos países. Tenemos que Bajar a la Tierra de la Cruz y Resucitarla. Para eso
existe ya un documento precioso que nos puede inspirar: la Carta de la Tierra. Nació de la sociedad civil mundial, involucró en
su elaboración a más de cien mil personas de 46 países, y ya fue asumida en
2003 por la UNESCO «como Instrumento Educativo y una referencia ética para el Desarrollo Sostenible».
La Carta entiende la Tierra como dotada de vida y como nuestro hogar. Presenta
pautas concretas que pueden salvarla, cuidándola con comprensión, compasión y
amor, como cabe hacer cariñosamente con nuestra Gran Madre. Ojalá un día esta
Carta de la Tierra pueda ser presentada, discutida, enriquecida por La Asamblea
de Naciones Unidas y, si fuera aprobada, tendríamos un documento oficial sobre
la dignidad de la Madre Tierra. Para sentir a la Tierra como Madre no es
suficiente la
razón dominante, que es funcional e instrumental. Necesitamos
enriquecerla con la razón sensible, emocional y cordial en donde se enraíza
el sentimiento profundo, se elaboran los valores, el cuidado esencial, la
compasión y los sueños que nos inspiran acciones salvadoras. Nuestra misión
en el conjunto de los seres es la de ser los guardianes y los cuidadores de
esta sagrada herencia recibida del Universo. Tenemos que Cambiar nuestras
mentes, nuestros corazones, nuestro modo de producción y de consumo, si
queremos tener un futuro de esperanza. La Solución para la Tierra no nos va a
caer del cielo, sino que será el resultado de una coalición de fuerzas en torno
a una Conciencia Ecológica Integral, unos Valores Éticos, unos Fines
Humanísticos y un Nuevo Sentido de Ser. Sólo así honraremos nuestro Hogar Común,
la Tierra, nuestra grande y generosa Madre.

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