martes, 16 de abril de 2013

TODOS SOMOS 1 GRAN TIERRA. MOVIMIENTO DE LA UNIFICACION GLOBAL


En este contexto es donde se ha rescatado la visión de la Tierra como Madre. Ya no es la percepción de los antiguos sino una constatación empírica y científica. Ha sido mérito de los científicos James E. Lovelock, Lynn Margulis y José Lutzenberger en los años 70 del siglo pasado, haber mostrado que la Tierra es un Superorganismo vivo. Ella articula permanentemente lo físico, lo químico y lo biológico de forma tan sutil y equilibrada que, bajo la luz del sol, está siempre propicia a producir y mantener la vida. Por millones y millones de años el nivel de oxígeno, esencial para la vida, se mantiene en 21%, el nitrogeno, importante para el crecimiento, es de 79% y el nivel de sal en los mares es del orden de 3,4% y así todos los demás elementos necesarios para la vida. No es que sobre la Tierra haya vida, la Tierra misma está viva y es llamada Gaia, la diosa griega para la Tierra viviente.

Que toda la Tierra es viviente, lo comprueba el conocido biólogo Edward O. Wilson. Escribe: «en un solo gramo de tierra, o sea, en menos de un puñado, viven cerca de diez mil millones de bacterias, pertenecientes hasta a seis mil especies diferentes». Efectivamente la Tierra es Madre fecunda. La Tierra existe desde hace 4,4 mil millones de años. En un momento avanzado de su evolución y de su complejidad empezó a sentir, a pensar y a amar. Es la emergencia del ser humano. Con razón en las lenguas occidentales homo/hombre viene de humus, tierra fecunda y Adam se deriva de Adamah, tierra cultivable. Por eso el ser humano es la Tierra que anda, que piensa, que siente y que ama, como decía el poeta indígena y cantor argentino Atahualpa Yupanqui. La visión de los astronautas confirma la simbiosis entre Tierra y humanidad. Desde sus naves espaciales testimoniaban: desde aquí, mirando ese resplandeciente planeta azul-blanco, no se percibe ninguna diferencia entre Tierra y Humanidad. Forman una Única Entidad. Más que como pueblos, naciones y razas debemos entendernos como criaturas de la Tierra, como hijos e hijas de la Madre común. Pero mirando la Tierra más de cerca, nos damos cuenta de que nuestra Madre se encuentra crucificada. Tiene el rostro del tercero y del cuarto mundo, porque vive sistemáticamente agredida. Casi la mitad de sus hijos e hijas padecen hambre y mueren antes de tiempo. Por eso, son signos de Amor a la Madre Tierra las políticas sociales que se hacen en muchos países.  Tenemos que Bajar a la Tierra de la Cruz y Resucitarla. Para eso existe ya un documento precioso que nos puede inspirar: la Carta de la Tierra. Nació de la sociedad civil mundial, involucró en su elaboración a más de cien mil personas de 46 países, y ya fue asumida en 2003 por la UNESCO «como Instrumento Educativo y una referencia ética para el Desarrollo Sostenible». La Carta entiende la Tierra como dotada de vida y como nuestro hogar. Presenta pautas concretas que pueden salvarla, cuidándola con comprensión, compasión y amor, como cabe hacer cariñosamente con nuestra Gran Madre. Ojalá un día esta Carta de la Tierra pueda ser presentada, discutida, enriquecida por La Asamblea de Naciones Unidas y, si fuera aprobada, tendríamos un documento oficial sobre la dignidad de la Madre Tierra. Para sentir a la Tierra como Madre no es suficiente la razón dominante, que es funcional e instrumental. Necesitamos enriquecerla con la razón sensible, emocional y cordial en donde se enraíza el sentimiento profundo, se elaboran los valores, el cuidado esencial, la compasión y los sueños que nos inspiran acciones salvadoras. Nuestra misión en el conjunto de los seres es la de ser los guardianes y los cuidadores de esta sagrada herencia recibida del Universo. Tenemos que Cambiar nuestras mentes, nuestros corazones, nuestro modo de producción y de consumo, si queremos tener un futuro de esperanza. La Solución para la Tierra no nos va a caer del cielo, sino que será el resultado de una coalición de fuerzas en torno a una Conciencia Ecológica Integral, unos Valores Éticos, unos Fines Humanísticos y un Nuevo Sentido de Ser. Sólo así honraremos nuestro Hogar Común, la Tierra, nuestra grande y generosa Madre.

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